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Biblioteca Bernardino Rivadavia
Tandil, 23 de setiembre de 2004
Comentarios para la Novela
de Liliana Heer, Pretexto Mozart
Por Nicolás Peyceré
A Liliana la conozco desde hace más de veinte años.
Siempre que nos encontramos hablamos algo de psicoanálisis, pero mucho de literatura.
Un día no hablamos de literatura, pero hablamos de
viajes. Ese día ella me dijo que viajaría a Tandil.
Entonces descubrimos que los dos teníamos allí parientes,
e incluso, un amigo escritor, Dipi.
Así que nos reímos de la coincidencia y nos alegramos.
Ahora he de hablar de la tapa para el libro que escribió Liliana Heer.
Lo que se ve en esa tapa es la extraña pintura del artista chileno Edwin Rojas.
En el cuadro minúsculo, que observé con una
lupa, hay figuras sueltas, y hay un largo y rojo bailarín. Pero
casi todas las figuras convienen con un rectángulo de la parte
inferior y algunas salen orgullosamente del rectángulo hacia
fuera, y hacia arriba.
No podría ser mejor la elección del motivo de la
tapa, porque en la novela de Liliana Heer las descripciones se yerguen
y saltan, a veces como chispas que quieren salirse de los encuadres.
Y se trata de continuas idas y retrocesos por el tiempo. Que
además envuelven como cuerdas al lector paciente; lo someten, lo
subyugan.
Y los relatos se superponen y cruzan. Pero, sin embargo, se camina,
sí, se camina por los episodios. Y de ese modo se descubre
cómo una flecha del tiempo va por la novela.
Ahora comentaré sobre el armazón de la novela.
El lector se encontrará con una construcción
extraña, no habitual; donde la misma tipografía tiene
importancia.
Así aparecen títulos en letras mayúsculas como marcos de windows,
ventanas que señalan algo de los temas de los episodios. Y en
letras en bastardilla comentarios incrustados por el texto, que a
menudo se refieren a la electricidad.
Así, los títulos en mayúsculas y los comentarios eléctricos en bastardilla, hacen the frame,
la estructura, unos bordes como de varas que sostienen, marcan una
estructura para las narraciones; mientras las mismas narraciones, en
cambio, se ofrecen en tanto los ladrillos de esa
construcción-novela.
Ahora comentaré, rápidamente, de los argumentos.
El libro empieza con el relato de una mancha en el pulmón de la
muchacha niña Belén. Inmediatamente, se cae en el cierto
misterio y vaivén de la mancha.
Y los argumentos impulsan y desarrollan sobre todo el
pensamiento de mujeres. Hablan ellas de sus miedos, de sus
sometimientos y de sus odios.
Entonces, para una referencia a tales sentimientos, sobresale,
por ejemplo, el relato de la página 87, que no es otra cosa que
el monólogo de la vieja Kluger. Y en cierto modo son
también una referencia, los diálogos y pensamientos
particulares de Belén, en la página 47; cuando se
encuentra con una prostituta.
La novela desarrolla continuamente contrastes. Así,
resaltan como extrañezas, la aparición de una giganta en
un buque crucero, mientras que en general son realísticas y
naturales las acciones que parecen precipitarse hacia el final con los
temores a los hombres de Teresa, la obrera de un frigorífico, la
valiente.
Porque sí, las acciones se precipitan hacia el final en
un loquero llamado Zona. Y también, en un momento surge una
frase sobre una fotografía del Coronel y de Eva Duarte, que
sirve para datar la época de los sucesos. El coronel no es otro
que Perón, para el período en que era ministro de Trabajo
y Previsión, durante el gobierno del presidente Edelmiro J.
Farrell.
Porque he de decir, que la novela trata en lo profundo, de ese punto de
inflexión social, por el que pasó la Argentina, en ese
tiempo, cuando se iba a producir el episodio del 17 de octubre, Cuando
Perón aún era coronel. Cuando empezaban las turbulencias
sindicales. Cuando aún surcaban tantos tranvías amarillos
por la ciudad. Cuando los hombres indefectiblemente usaban sombreros
chambergos y ranchos. Porque la novela, aunque describe solamente
algunos detalles de situaciones epocales, va creando, sin embargo, muy
bien la atmósfera de ese tiempo. Como si la autora, que
todavía no había nacido, los hubiese vivido. Como yo los
viví; porque soy de mucha más edad que ella.
Porque sí, las acciones se precipitan hacia el final;
con las peripecias de dos personajes fundamentales: Teresa que es
conducida en un furgón de la policía; y Belén que
se dirige a la estancia de su padre. Y acaso ellas son mujeres fuera de
quicio. Pero parecen simbolizar mucho:
¿Acaso, lo que le sucede a Teresa, cuando huye del marido para
entregarse a los brazos de su amante, no es la representación
del momento en que la masa obrera se pasaba del bando radical al bando
peronista?
¿Y Belén, por sus relaciones “perversas”, no
parece señalar un comienzo de la decadencia de la clase alta?
Ahora he de decir de otras ocurrencias que pensé sobre el libro.
Porque me parece que el libro comenta de un modo lo que podría
llamarse la naturaleza del mal. Porque quizá narra el mal y
parece diluirlo.
Hace entonces como una naturalidad del mal.
Así el mal es menos un mal que una naturalidad.
Aquí, mujeres, que me recuerdan acaso a Marguerite Duras, parecen deshacerse y reconstruirse en forma constante.
Es una naturalidad el adulterio de Teresa. Es una naturalidad la promiscuidad de Belén.
Aunque ni siquiera las palabras adulterio y promiscuidad estén marcadas en el texto.
Pues las mujeres aún “invadidas por múltiples
advertencias”, trazan sus líneas de acción..
Y hay unos toques melodramáticos, pero son ligeros.
Y hay, se dice, una tierra baldía limpia loca.
Hay frases que son definiciones o expresiones puras.
Hay narraciones sobre la debilidad y cierta fugacidad de relaciones entre las personas.
Hay líneas que comentarían sobre la oscuridad que son para los hombres esas estirpes de mujeres.
Hay transcurriendo una bravura en las teorías, y una bravura de las mujeres. Y a veces unos descaros.
Están marcadas las individualidades femeninas; cuando cada
personaje es alguien; en un oxímoron de humilde arrogancia.
Porque el libro inquieta, hace divagar. Y yo divagué por él.
Y yo divagué, sobre la mancha. Como sobre un alma que
está en el pulmón. Porque un alma no está en el
psicológico cerebro, ni en el pasional corazón. Porque el
alma está en la respiración. En el hálito, que
sale por la boca.
Y las palabras salen de la boca.
Y pensaba en las manchas del alma que llevamos nosotros.
Y pensaba que de almas y manchas saben las maestras de niños, y las psicólogas, y las peluqueras.
Que de eso sabe la escritora maga Liliana.
Ahora comentaré, rápidamente, sobre la prosa, sobre la sustancia de la prosa en la novela.
Porque me acordé, de pronto, de la palabra antigua griega ARETÉ.
Y ARETÉ significa:
Excelencia,
Bravura,
Pericia,
Perfección;
Y digo, perfección de la escritura.
Porque leí en la novela una bravura de mujer y una excelencia de la prosa.
Y ruego que ustedes, y Liliana, me perdonen todas estas, mis divagaciones.
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