Liliana Heer

Contratapa
Primer capítulo
Presentación
Reseñas

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©2003
Liliana Heer

Pretexto Mozart
Alción Editora, Buenos Aires 2004

Sólo la brevedad conquista.
Buxton


El Huésped

“Si un rayo parte un árbol la culpa es del árbol y no del rayo”, repetí al salir del hospital. La mancha en el pulmón izquierdo había desaparecido. Inmaculada. Una armonía obtenida sin premeditación: mi cuerpo ajeno al desvarío resolvió vencer. 

Una y otra vez absorta ante el hallazgo de la sombra, ante su falta. Había imaginado vivir con un huésped en el pecho; en los alvéolos del pulmón nidales, historias sueltas, el pueblo entero resonando. Lo visto y oído más presente que el hoy.
(Pata de Bolsa le dicen en el campo al amante que burlando controles penetra en la casa y en la mujer del señor).
Cuando el marido salía, Teresa colgaba del alambre para tender la ropa un pañuelo rojo: esa era la contraseña. Roberto cubría con trapos sus pies, precaviéndose, sin dejar huellas. Lejos estaban de suponer que una noche serían descubiertos.

Los amantes conversaban plácidos, a horcajadas las piernas de la mujer, ojos atentos a los ojos, la boca, el pubis. Él había ido a buscarla. Querían huir a la gran ciudad. Perderse entre la gente.

Volví al hospital con el árbol y el rayo. Gesto de hielo ante la ausencia de la mancha. ¿Qué nombre tiene el grito? Trágalo. La madrugada anterior, en sueños, fui testigo de una pelea. Hijos de igual madre, decía la voz del pueblo. Pata de Bolsa y su rival: dos manos oscuras en las espaldas del ladrón. Bien habría podido ser un juego si de repente los golpes no hubiesen cobrado mayor ferocidad. El parecido entre ellos era notorio. Una traición familiar. Los hermanos luchaban con ímpetu cercano al júbilo. De los labios de Pata de Bolsa salieron sonidos inarticulados. Ruido insepulto. Hubo agitación, forcejeo. Olor a huesos en el muladar. Yo estoy en el fondo del cobertizo, hormiguean las plantas de mis pies, veo trepar pequeños reptiles, son insignificantes pero en el trayecto dejan un líquido espeso, mercurial. Sacudo las piernas y en lugar de hacerlos caer se adhieren. La presión de sus escamas persiste cuando despierto.

El decálogo sanitario se interpuso. A cada pregunta del médico una mentira salta de mi boca. Tersa piel con minúsculos dialectos. Su mirada: una lámina negra y brillante. El médico afirma, ni siquiera eso, atestigua. Los argumentos tienen la precisión del espéculo, no existen más que en relación al fin. Se interesó lo suficiente como para actuar. Sus dedos palparon. Arco íntimo. Árbitro de la salud. Quiso celebrar el éxito con ternura material: me desfloró en la camilla.

–Vas a terminar enamorándome.
Ce n’est pas ma faute –respondí.

Algo cambió el idioma de Molière; cierto interés por las membranas del alma tuvo lugar aquella mañana de nevisca. La curiosidad de sentir a la joven recién curada sobre el hombro salvador.

(Ezequiel: cincuenta y tres años. Albino. Miope. Paternal y viscoso. Doctor en Medicina. Instinto de profesor. Retórica destemplada. Solitario. Viudo. Heredero. Filatelista).

(Belén Gautier: diecisiete años, estatura mediana, peso por debajo del normal, dolicocéfala. Leve estrabismo ante los haces de luz. Sugestionable. Melómana. Habitada por la memoria de su pueblo).

La corriente alterna tiene una serie de características ventajosas en comparación a la corriente continua: su voltaje puede cambiar rmediante un sencillo dispositivo electromagnético.

Nací en una colonia endémica. ¿Qué significa eso? Un estímulo para crear malentendidos. Los interrogantes sobre el origen lamen los barrotes de la ciencia. Un enigma ejerce atracción, las circunstancias se vuelven antecedentes, el contagio espanta, renueva profecías, da rienda suelta al vencer por vencer
Como los folletines por entrega había sido la curación: cada semana una ronda de practicantes circundaba mi cuerpo. Detectaron la sombra, repitieron la placa, se ordenó un cambio de hábitos. Aunque no sea obedecida, la más simple advertencia genera ilusión de bienestar, remarcó el profesor Ezequiel.
¿Y si hubiese imperado otra lente? Yo vivía lejos de mi padre, el informe de la mancha impedía que ingresara a la universidad, mi próxima vivienda sería un pabellón de vidrios azules.