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La vida cotidiana en Ángeles de vidrio no coincide con el paso rutinario de los días. El modelo familiar tampoco responde a los códigos agotados de convivencia. El amor es un vago sentimiento de unión y la amistad el ejercicio práctico de la soledad. Así es la filosofía que conduce a todos los personajes a seguir juntos en esta historia sentimental de fin de siglo donde el cine y las canciones argumentan la vida. Leonor, protagonista de una serie de encuentros, le prestará su virginidad a Raquel para que su amiga negocie con los hombres un momento de ilusión. Iván se hará cargo de un embarazo del que no es autor para continuar amando a Leonor, de quien se enamora por el empeño que ella pone en apilar las naranjas en el bar. El hijo crecerá entre todos, en esta nueva familia de amigos, desarticulada e íntima a la vez, verdadera e impredecible. Un lugar donde las mujeres son innovadoras, expertas en inventar atracciones sin la tiranía de ningún modelo. Quizá una frase condense el mensaje vital y poético de esta novela de anticipación: “La herida se abre y se cierra para evitar la cicatriz”. Este presente perpetuo de memoria sin sutura es un gran invento narrativo de Liliana Heer, una invitación a comprender el advenimiento de un mundo diferente. |