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Reseñas de Ángeles de Vidrio --------------------------------------------------------------- Personajes y relaciones del siglo que vendrá --- Dentro de la inexplicable trama que modela el futuro de las relaciones humanas es posible encontrar en ciertos textos de ficción algunas claves que prefiguran el porvenir. Esto es lo que Liliana Heer nos brinda en Ángeles de Vidrio, una novela shockeante con grandes hallazgos visuales, dominio literario y de género. Ángeles de Vidrio está escrita a través del ojo de una cámara. Hay referencias a filmes y uso de recursos cinematográficos que proliferan dándole a la narración la consistencia tridimensional típica del cine moderno y neobarroco. Se trata de una novela de estilo preciso y directo con giros inesperados y no obstante verosímiles. La autora posee agudeza para captar estados de ánimo y conductas, sensibilidad para narrar la luz, el color y los desplazamientos espaciales. Lo más sorprendente es la combinatoria mediante la cual Heer crea un mundo afectivo, artístico, laboral, político y cotidiano pleno de escepticismo vital a través de un marcado humor negro y pinceladas satíricas. Hay una extraña alquimia: la ligereza del mundo actual y la fuerza de las pequeñas pasiones adquieren el vértigo de lo visionario. Todo parece converger en la frase leitmotiv de la protagonista: "Situaciones excluyentes coexisten". Los personajes muestran una opción de vida diferente. Reaccionan de manera inesperada ante hechos de distintos niveles de importancia. Es gente espontánea, capaz de establecer vínculos sólidos y apasionados fuera de los patrones tradicionales. El movimiento de la novela se da en el ritmo cambiante de los trece capítulos que la conforman. Cada uno de ellos abre y cierra una secuencia como en el cine. En todos está Leonor, de manera que casi naturalmente ella se apropia de la novela transmitiendo la cercanía de una primera persona aunque esté narrada en tercera. La trama se plantea en la primera página. Leonor es camarera, está embarazada, un cliente rompe el espejo del bar tirando una botella de whisky y ella no puede parar de reír a carcajadas. Esto produce tal descontrol entre los hombres del bar que el patrón termina echándola. Iván, "el loco" que partió el espejo, junta las cosas del piso, promete pagarle todas las semanas y la invita a vivir con él y su madre. La casa donde viven es un escenario muy especial -de varios pisos, con un invernadero, galería de cuadros, teatro, etc.- frecuentado por un mundillo heterogéneo y ocurrente de artistas e intelectuales. Todo está planteado, pero como el relato que Leonor narra, sucede también en el presente, el lector está en suspenso, sabe tanto como los personajes. Este tratamiento seduce e intriga. El mundo de Ángeles de Vidrio, en el cual es posible encontrarle una vuelta no traumática a la vida, contiene también a un personaje que adquiere importancia a medida que avanzamos en la lectura. O'Connor, "el falso cura envenenador", es un asesino en serie y, a diferencia del resto de los personajes, se rige por un Dios implacable y vengativo. O'Connor sólo aparece a través de los medios -radio, diarios, juicio oral televisado, comics- y en los recuerdos. Fue cliente de Leonor en la época en que ella se ganaba la vida leyendo textos diversos mientras Raquel copulaba -extraño modelo de prostitución complementaria. Entre Leonor y O'Connor se instala una fuerte relación casi muda. Cuando Leonor toma conciencia del riesgo que corrió, se obsesiona con el fantasma de haber podido ser su víctima y ese temor abre un nuevo cauce en su vida.
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