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Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

Presentaciones de Hamlet & Hamlet

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Biblioteca Nacional. Auditorio "Jorge Luis Borges"

Buenos Aires, jueves 2 de junio 2011

 


 

 

Banda sonora: Aqualactica, Gato Urbanski
"Loopman Trip" del CD El mar del tiempo

www.aqualactica.com


Jorge Dubatti
Escribí un epílogo para este texto tan extraño que Liliana llama “novela” y  yo prefiero llamar “pieza teatral”. No sólo por mi amor al teatro, sino por la estructura del texto: nueve monólogos de un Hamlet resucitado en la Argentina, un Hamlet que vuelve a vivir y supuestamente habla con el padre. Digo “supuestamente” porque no escuchamos respuesta del padre. Técnicamente, un “monodiálogo” o un narrador “monodramático”. Hamlet analiza lo que ha pasado en los últimos 400 años con su propia figura, todo lo que se ha escrito sobre él, las películas que se han hecho sobre Hamlet, las declaraciones de los actores argentinos sobre su personaje, los ensayos, la poesía... En ese sentido, el texto es un gran río intertextual, una absorción y reelaboración ilimitada de referencias donde se puede encontrar textos de Mallarmé, Lacan, Alfredo Alcón, de manera transformada. Y esto hace al texto muy pero muy singular, lo vuelve infinito, lo vuelve accesible desde lugares muy diferentes, lugares muy ricos. Quiero poner el acento en dos lugares fundamentalmente, pero insisto, los elijo un tanto arbitrariamente porque si ustedes después le echan un vistazo al epílogo, van a ver que hay muchísimas otras posibilidades de pensar este texto de Liliana.
Me interesa, por un lado, esta propuesta de Hamlet en la Argentina, que vuelve a hablar en la Argentina. Esta idea de un Hamlet que regresa a la Argentina como una forma de potenciar el presente, como una forma de cifrar el presente. Siempre tengo la sensación de que padecemos una enorme dificultad para la comprensión de lo que estamos viviendo, de la cultura viviente en estos momentos, del presente. Me interesa mucho este tema como teórico del teatro, porque el teatro es cultura viviente, es un acontecimiento que acontece en sincronicidad con nuestra existencia. Tiene que ver con la felicidad y el dolor de estar vivos, el estar aquí y ahora. Entonces, hay una enorme dificultad para tener herramientas epistemológicas, teóricas, categoriales para poder pensar ese presente. Siento que abordamos el presente con categorías anacrónicas y así despotenciamos las posibilidades de valorizar este tiempo. Lo que me interesa de esta bellísima pieza en nueve monólogos, es la capacidad que tiene para potenciar la comprensión del presente. ¿Cómo? Puede potenciar esa comprensión porque resucitar a Hamlet implica inexorablemente la reescritura de Hamlet. Reescribir a Hamlet es instaurar una política de la diferencia, consciente e inconsciente, racional e irracional, porque Hamlet se transforma en otro Hamlet, no en el Hamlet histórico, en el Hamlet shakesperiano, no el Hamlet isabelino sino en un Hamlet argentino, en un Hamlet argentino del siglo XXI.
Ustedes saben que hay un teórico polaco, Jan Kott, que escribió Shakespeare nuestro contemporáneo. Su tesis es que Shakespeare es nuestro contemporáneo. Pero cuando uno lee atentamente a Shakespeare, advierte que no es nuestro contemporáneo, es un hombre anclado en su historicidad y su territorialidad, en el encabalgamiento del los siglos XVI-XVII en Inglaterra. Shakespeare es un hombre de su tiempo. Shakespeare no leyó a Lacan ni a Derrida, no leyó a Beckett ni vio los campos de concentración ni la bomba de Hiroshima, no vio televisión, no vivió la dictadura argentina, ni el “corralito”, ni vio Tinelli. Entonces, Shakespeare no puede ser nuestro contemporáneo. Los que hacemos contemporáneos a Shakespeare somos nosotros y una de las formas de hacerlo nuestro contemporáneo es esta invocación, esta resurrección, esta reescritura, la reenunciación que instala una política de la diferencia cuya interrogación potencia la percepción del presente.
Es el principio del teatro, del teatro que es un cuerpo, como dice Mauricio Kartun. Basta con ver un actor, cualquier actor, volviendo a decir los parlamentos de Hamlet para establecer esa reenunciación, esa contemporanización por la cual se lo trae al presente y en ese sentido aparece la diferencia, aparece la territorialidad, aparecen las diferencias en otras industrias culturales, en otras poéticas, en otros contextos, en otros cuerpos. Aparece la diferencia, la diferencia de un Hamlet que habla consigo mismo en nueve monólogos y revisa su propia historia, entre su muerte y su resurrección.
A partir de esta reescritura, por otro lado, me impresionó algo que dice Hamlet. Completa el texto de Shakespeare. Shakespeare dice To be or no to be, Ser o no ser. Y la pregunta es: ser o no ser... ¿qué? Esta es una de las grandes revelaciones del texto de Liliana. Ser o no ser hijo. Hamlet dice en Hamlet & Hamlet: podemos no ser padres, no ser tíos, no ser abuelos, no ser hermanos, pero no podemos no-ser-hijos. Aparece una clave de esta potenciación del presente: volver a pensar la relación hijos-padres en el presente. Por supuesto, esa relación hijos-padres es riquísima, atraviesa la totalidad de la cultura humana y atraviesa el presente. Pero hay algo muy interesante: Hamlet dice en Hamlet & Hamlet que había dos grandes caminos para relacionarse con el padre, la obediencia y el desprecio. Ustedes recordarán las versiones donde Hamlet obedece al padre y cumple finalmente con la venganza, y las versiones en las que Hamlet no obedece al padre. Recuerdo una bellísima, en la que Eimuntas Nekrosius, el gran director lituano, trabajó con una escenografía de hielo. Una escenografía que se iba derritiendo a lo largo de la obra, tenía que ver con el deseo de Hamlet de que su carne se derritiera. Pero Hamlet dice en Hamlet & Hamlet algo muy interesante, que hay un tercer camino que no es ni la obediencia ni el desprecio. Ese camino tiene que ver con la ruptura en la cadena de transmisión de experiencia. Encontramos esto mismo en varias obras argentinas actualmente en cartel, que están sincrónicamente planteando lo mismo. Por ejemplo, en La Familia Argentina, de Alberto Ure, la figura de la hija, Gaby, ese jeroglífico. No sabemos si regresa o si no regresa, si mandó de vuelta a la hijita porque se la sacó de encima, o ¿de quién es el hijo de Gaby? No sabemos si va a terminar el doctorado o no, no sabemos qué piensa. Ure coloca en el jeroglífico de Gaby la pregunta: ¿quién es el hijo? ¿quién es hoy el hijo? El caso de Inés Saavedra, ustedes recordarán una obra hermosísima, Los hijos de los hijos, donde los hijos ya no sienten pasión ni trascendencia en el legado de los padres. Es lo que LeGoff analiza en Mayo del 68, La herencia imposible. La ruptura de la cadena de transmisión de experiencia. Otro caso teatral: Mi vida después, de Lola Arias, o en el cine, Los rubios de Albertina Carri. El hijo entabla un tercer camino, la colocación de relaciones con la figura del padre sería una suerte de tercera posibilidad, que no responde ni a la obediencia y ni al rechazo. Esta imagen la generó justamente Hamlet & Hamlet, mi papá de 77 años, yo de 48 años, mi hijo de 22 año. Los tres cantando el Himno en una fiesta patria. Estamos cantado la misma letra, la misma música, cantando en serio, no haciendo play-back como hacíamos en el secundario. La sensación es que los tres estamos pensando y sintiendo tres países distintos, nombrando metáforas distintas. En un almuerzo familiar, le pregunté a mi hijo mientras comíamos: “Ché, para vos que es eso de Oíd mortales el grito sagrado”. Y mi hijo me dice: “¿Pero, en qué sentido?”. “¿Qué te sugiere?”, le digo. Y mi hijo ante mi sorpresa, mi hijo de 22 años me dice: “Me hace acordar a un poema de Jim Morrison que dice que la libertad…”. No me acuerdo. “¿Pero y Blas Parera, Vicente López y Planes, Mariquita Sánchez de Tompson, digamos, el Himno Nacional, la Revolución de Mayo?”. “No, no, eso es la escuela”. “Y a ver ¿con qué más se te relaciona el Himno?”. Piensa: “Me hace recordar una imagen muy interesante sobre la libertad que hay una novela de William Burroughs”. Y yo pensé: “Bueno, no sigamos, no sigamos”. Fue una constatación de lo que propone Hamlet & Hamlet, la ruptura en la cadena de transmisión de experiencia, y por o tanto, más que la figura del padre, la habilitación del tío, del maestro o de la partera como potenciación de nuevas categorías para poder pensar el presente.
El texto de Liliana es iluminador de una cantidad de cuestiones, una gran herramienta resonadora de las posibilidades de entender un poco, de elaborar nuevas categorías para entender un poco lo que está pasando, lo que estamos viviendo.
Agregaría para cerrar una lectura más que me fascinó y estuvimos haciendo el lunes pasado, analizando muy detenidamente con Liliana en la Escuela de Espectadores, que es la lectura de Hamlet que aparece en la iconografía de Rep, es decir en los dibujos y en el óleo que hizo Miguel Rep para ilustrar este libro. Donde lo primero y más llamativo es la posición de la boca de Hamlet. Ahí lo tenemos (proyección del primer dibujo…) Miren la boca que tiene, miren el lugar donde tendría que estar la boca, no hay boca y sí hay boca, la boca está torcida, la boca está en la nuca o está de costado. Yo creo que este libro no sólo permite repensar a Hamlet en la Argentina y hacer a Hamlet contemporáneo como diría Jan Kott, sino que también ilumina la lectura que es el dibujo, la lectura que es la iconografía, la lectura que es la plástica, la lectura del teatro que es la plástica y creo que ese es otro de los caminos fascinantes para meterse en Hamlet & Hamlet.
Muchas gracias.

Liliana Heer
Es una experiencia única entrar en un personaje de esta naturaleza, tan paradigmático, desafiante, que enfrenta con la contradicción todo el tiempo y con a dificultad para elegir. Porque, ¿qué es lo que hace Hamlet? Él en esa espera actúa no actuando.
Necesitaba estar acompañada en este desafío y tuve la inmensa suerte de que en esta aventura Jorge Dubatti me diera mucho coraje para seguir adelante. Incluso, en medio de ese coraje Jorge escuchó la voz de Cristina Banegas en la novela, y aquí está Cristina. Otro don, Laura Cerrato escribió un prólogo increíble, muy superior a lo que yo hubiera esperado. Para mí, y no solamente para mí, es una de las personas en Argentina que más conoce la Literatura Inglesa, que más ha leído y sabe sobre Beckett, sobre Shakespeare, sobre Joyce. Su lectura de Hamlet, lo que escribió fue un muy feliz autorizarme porque sentí que no me apartaba de la tradición lírica.
Algo más, en cierto momento lo llamé a Miguel Rep, con quien habíamos estado en La Habana reunidos en la casa de Fernández Retamar y también en Rosario para una Feria del Libro, pero todavía no habíamos trabajado juntos y ahora estamos en eso. Ayer estuve en su programa de radio, fue algo diferente a otras formas de estar en la radio porque también estuvo Daniel Aráoz y de pronto hacíamos de esta novela una película.
Les cuento, lo llamé por teléfono a Miguel y le dije: Quiero pedirte algo, ojalá me dijeras que sí, escribí un Hamlet y pide a gritos que vos lo dibujes.

Miguel Rep
Y el resto es silencio.
Deberían hablar mis dibujos, nada más.
Bueno,  la verdad es que no sé cuánto tardé en decir sí, pero el anzuelo Hamlet es muy fuerte, no es cualquier libro. Podría haberme dicho, que sé yo, Gargantúa y Pantagruel o podría haberme dicho Esperando a Godot, pero Hamlet sí. Hamlet es sí porque la verdad es que es muy entrañable para mí. Hamlet me cayó cuando yo no decidía nada. Mis viejos son correntinos y entonces en la infancia siempre nos llevaban al pueblo de ellos dos que es Santa Lucía cerca de Goya. Y en uno de esos viajes se ve que me querían mandar a laburar. Allá apareció un tío que tenía una heladería en un pueblo llamado San Roque, cerca de Saladas. Todo en la costa paranaense de Corrientes. Entonces, me dicen: Miguel, tenés que ir a laburar con el tío Antonio. Allá fui, un mes más la perspectiva de comer helados todos los días era muy atractivo. Pero, la verdad que la pasé muy mal. Una de las razones, la razón por la cual la pasé mal fue porque eran los Corsos de Corrientes y ustedes saben que los Corsos de Corrientes en los pueblos tienen mucha prensa y son muy populares. Entonces, el tío Antonio tenía un puestito de vender papel picado, espuma, todas esas cosas y no sé por qué había que inflar globos. ¿Y quién podía inflar globos? El poderoso niño de ocho años. Entones, inflé globos, inflé globos, inflé tantos globos que se me hincharon las amígdalas y se creyeron que eran paperas. Entonces se asustaron y dijeron: Cuarentena. Me mandaron a una casa, a la casa de un árabe, una de esas mansiones árabes, en un cuartito de la mansión, ahí encerrado en un cuartito horrible que daba a la calle con lo cual yo estaba encerrado en cuarentena y escuchaba los corsos Pi Pi! Toda la alegría pseudos brasileña que tienen los correntinos. Y yo estaba recluido en ese cuartito que tenía una cama y arriba una repisa y en esa repisa había un pilón de revistas y un libro. El pilón era de El Gráfico, yo odiaba El Gráfico porque me recordaba la peluquería y yo odiaba ir a la peluquería. Mi viejo era re milico y me mandaba a cortarme el pelo y yo veía ahí El Gráfico y no tenía potrero. Y al lado del pilón de revistas estaba un libro de la edición Tor, esas baratitas con una tapa así como de fantasía heroica y era Hamlet. Y era muy atractiva la ilustración porque era una especie de guerrero escandinavo.
Hablando de guerrero escandinavo apareció Horacio González con el escudo y el yelmo.
Entonces me lo leí a Hamlet, estaba, por supuesto en formato ¿alguno vio la edición de Tor? Era como de teatro, no de lectura continua, con guión, sin paréntesis, pero era lo único que tenía para leer. Papel amarillo y no sé pero desde los ocho años, nada me impuso eso. Después la escuela, trató de imponerme El Quijote, el Martín Fierro y todo eso fue espantoso, obligatorio y sólo cuando fui adulto lo recuperé. Pero Hamlet me acompañó siempre, no sé por qué, yo no tenía ningún tipo de lectura intelectual a los ocho ni lo tuve mucho después, pero Hamlet siempre fue como un libro amigo, no fue impostación. No sé qué leí yo de chico cuando lo leí, pero cuestión es que siempre que aparece algo de Hamlet me interesan las lecturas que hacen de Hamlet los intelectuales, los cineastas. Lo que no veo es teatro porque no soy muy fan des teatro, no he visto mucho teatro (risas) No le entré por ese lado a Hamlet, le entré por la lectura, la fantasía heroica y bueno, el cine también, el cine es muy importante. Así que por ese lado le di el sí a la Señorita.
No aplaudan que sigue.

Liliana Heer
Continúa, ahora estamos los cinco. Yo les quería decir, pero primero me gustaría contarles algo que me pasó el viernes último. Me iba a encontrar con Miguel acá en la Biblioteca, pero de golpe, suena el timbre un rato antes de vernos. Soy Miguel, ¿subo? Sí, subí.
Y cuando abrí la puerta lo vi tan grandote, sentí: Llegó Fortimbras. Llegó Fortimbras realmente. Increíble. Y pensé en ese momento: Pero claro, si Miguel después de decirme que sí, llegó a mi casa, me regaló la tapa, esta tapa es un libro que él armó con un óleo para exhibir en una muestra de MALBA, la Exposición de Las arañas, seguro muchos de ustedes la han visto, esa muestra interminable y proliferante como es el mural que está acá en la Biblioteca que antes de comenzar Miguel estaba dibujando encima de sus dibujos y dibujando algo más. Entonces, bueno, aquí tenemos a la tragedia vuelta luminosidad. En la tapa y en los dibujos que están en el libro.
Quiero decirles también y me encuentro con esta dificultad del lenguaje que de pronto siempre una palabra detrás de la otra, detrás de la otra, no hay manera de volver simultáneo lo que pretendemos decir. Porque aquí están Ulises y Guido, mis dos primeros nietos y este libro se los dediqué a ellos porque con la forma de escribir fuera de quicio que tengo, pensé: Va a ser el único personaje presentable y con dibujos. Eso también quería decirles. Pero bueno, llegó Horacio ya llegó Fortimbras, llegó Horacio.

Horacio González
Bueno, evidentemente el nombre Horacio es de una época en que las madres ponían esos nombres. Tendrá que volver la influencia que la nueva lectura de Hamlet va a proporcionar a las madres argentinas. Pero yo me encuentro con que todos los que se laman Horacio de mi generación, numerosísimos, todos tiene más de sesenta años. Ya uso la categoría Horacio para decir sesentones. No la shakespireanizo tanto sino que la hago una categoría de mi preocupación personal.
El libro de Liliana es un libro que nos desafía a todos. La verdad, es un libro absolutamente desafiante, porque la idea de reescribir las grades obras siempre está presente en cualquier escritor, pero hay que ver como se hace eso. Reescribir una obra clásica muy conocida, forma parte de la mitología central de occidente. Está la locura, la muerte, la muerte del padre, el monólogo, la existencia trastocada, esa pelea desgarradora al borde de la tumba de Ofelia, los dos caen peleando en la tumba. ¿Qué no motivó Hamlet? Hamlet es esencialmente la reescritura; además, por otro lado, hay muchos antecedentes de la leyenda. Shakespeare la tomó ya comenzada, ya escrita, ya con el nombre de Hamlet escrito de diferentes maneras, en transformaciones que Liliana incorpora al libro. La idea de la escritura llevada por el absurdo, el “Pierre Menard, autor del Quijote”, que es la apuesta contraria de Borges. Simular o jugar que se escribe una copia igual al original sería el juego del plagio que estremece cuando no es voluntario, pues afecta el cimiento hipotético de la cultura, su capacidad de diferenciar siempre sus apariciones. El juego de Pierre Menard, implica la reescritura de El Quijote y al mismo tiempo esa reescritura no avanza, no propone nada nuevo, pero el que lo hace piensa que propone lo nuevo, que sería el tema de Pierre Menard, lo nuevo en tanto diferencia en la reproducción. Si, efectivamente escribo lo nuevo, es porque no es igual escribir hace cuatro o cinco siglos que hoy. Entonces Borges resuelve el tema con una mala resolución borgeana, porque en realidad tiene la idea que nunca tiene Borges, pues los tiempos no cambian la escritura. Pero lo ayuda a decir los tiempos cambian la escritura. No es lo mismo escribir El Quijote que hacerlo cinco siglos después, porque hay otro contexto, otro siglo, otra contemporaneidad.
Entonces, ¿qué hace Liliana?  Deja como una vibración de Hamlet en el aire, hay una resonancia, palabra que usan mucho los psicoanalistas, también los médicos. Es la medicina que Liliana le aplica a Hamlet. Hay una resonancia en el aire como si pusiera un estetoscopio en Hamlety eso me parece que no está simplemente en el dominio de los estilos de la recepción, de la reescritura de un texto célebre. No es recepción sino resonancia. Estos dilemas están presentes en la cabeza de quien lee este libro, pero las entrelíneas también, hay algo más para quienes conocen más menos la obra de Hamlet. Creo que somos todos los que la conocemos directa o indirectamente, escenas célebres, escenas que han sido filmadas. Ese algo más es dejar vibrar algo que es como si Hamlet estuviera viendo representar todo lo que se ha escrito bajo el nombre de Hamlet y viéndolo después o simultáneamente. Es un evento que está ocurriendo en un presente absoluto, conversando con todos los demás participantes de la obra, más todas las reflexiones que hace Liliana que forman parte de una poética, que son una poética que se incorpora a la obra provocada a la vez por la obra. Es un ejercicio retórico y poético que pertenece a lo que puede inspirar Hamlet en términos de la locura, y sus vínculos con la escritura. Puede verse también como una larga carta al padre, que es otro tema persistente en la literatura. Por eso dije que es sorprendente lo que hizo Liliana, porque no forma parte de lo que uno habitualmente sabe que se hace con Hamlet en el cine, en la escritura de la teoría política, también lo que hace el Harold Bloom, que propone el hombre shakespereano como algo que está enclavado en la propia civilización occidental y no hay nada atrás y nada adelante; es la suma consagratoria de todo lo que podemos esperar de lo humano tal como es. Entonces, la vuelta que da Liliana es un tipo de frase, de fraseo dría mejor, que tiene una cristalinidad muy grande, que tiene una depuración muy grande. Es una escritura onírica que está persistentemente enclavada en todas las situaciones del texto y muy evocativamente también. Es así que no vemos ninguna situación reescrita efectivamente en relación al texto o el texto remitido a otra contemporaneidad, como se ha hecho, puesto con trajes modernos en una ciudad contemporánea, con el mismo tema de la venganza o de la reflexión sobre la acción pero con otras indumentarias. Me parece que entonces hay una poética de la reflexión que está ¿adónde? No podría asegurar que estuviera en ningún otro lugar que en una fuerte poética de la pureza del lenguaje que me recuerda muchas otras cosas. Tuve la ocasión de presentar Pretexto Mozart de Liliana Heer. Me recuerda ese tipo de escritura donde parece que se toman las cosas después que ya han ocurrido y por lo tanto el lenguaje tiene la obligación de tener una extrema depuración. Eso me parece, así como lo hizo en Pretexto Mozart, así acá también hay una intercalación de algo que sería el espíritu del actor de teatro, el espíritu del escritor teatral, el espíritu del fuertísimo texto que es Hamlet. Siete u ocho monólogos, una pieza en la que están en máxima tensión los idiomas, no sólo en inglés, está la tensión del lenguaje en Hamlet, aún leído en malas traducciones produce un espanto y una tensión insoportable. Lo que hace Liliana es colocar esta tensión del lenguaje en otro lugar donde ya casi no aparece como tensión, aparece una lengua que está hecha con agujas de cristal. Eso me parece que origina otra tensión que la califico onírica por decir algo. Y que al mismo tiempo va a tomando y retomando los temas habituales de Hamlet y los coloca a veces diciéndonos lo que no nos animábamos a pensar necesariamente de Hamlet, y otras veces sin deriva, sacando motivos que muy remotamente se intercalan con Hamlet pero sin duda tienen que ver con esa especie de razón agonizante de alguien que después que la historia ha transcurrido la ve en su totalidad. Me parece que aquí ve la historia en su totalidad transcurrida en el teatro occidental como se ha hecho al representar a Hamleten la infinita variedad de posibilidades que ofrece Hamlet.
Marqué unas poquitas situaciones:
“Fingir, fingir, tanto fingir ¿hasta qué punto no es haber perdido la razón?”.
Eso es tomar el tema central del fingimiento de la locura y hacer una pregunta central sobre la obra. Hay algo del crítico, como si uno fuera un crítico hamletiano que trata de descifrar una situación central en la obra, si fingir no es ya la locura. Pero un crítico que se incorpora a la obra espectralmente.
Constantemente el lector tiene un sentimiento de que fingir la locura pone en el extremo la razón al punto tal de su pérdida. Bueno, pero acá está la pregunta, la inserción, una pregunta que está y ya no está más en el texto, ese es otro texto, se llama Hamlet también pero es ya otro texto y le siguen otras reflexiones encadenadas con lo escrito anteriormente:
“Norte-noroeste. Cuando sopla viento sur distingo el halcón de la alcotana.”
Son palabras que ya no están en el texto, de manera que ya se liberó de la relación entre locura y fingimiento que están en la obra original que tampoco es tan original, es original en la tensión que le dio Shakespeare, pero es un tema vinculado a la reflexión que por extrema comodidad llamamos occidental. Y acá sigue Hamlet hablando, sigue hablando permanentemente con otras palabras que hay atrevimiento al haberlas puesto de ese modo pero las reconocemos como posibles de ser adjudicadas a la obra.
La lectura de este libro es una lectura de mucha exigencia, una lectura de absoluta exigencia como en general lo que escribe Liliana, es decir es una lectura vinculada a buscar las raíces de la tensión idiomática. La evanescencia poética, como un diapasón que sigue vibrado en el oído ante un instrumento musical, ese efecto que suena en el oído, es la línea donde Liliana pone la lengua, que sobrevive como alusión a lo que alguna vez se ha dicho.
Tonterías que anoté, algo que se parecería a una frase macedoniana: “En el trayecto había tiempo de enumerar muerte con dulzura adivinada.” Esa es una frase quizás macedoniana, pero hago mal en decir esto, acaso sea la resonancia que provocó en mi oído el uso de “enumerar muerte”, la posición del sustantivo respecto del adjetivo, son juegos del idioma que lo hacen un juego de dados. Esta torsión del fraseo puede ser lo que queda en el oído después de leer Hamlet, sea en la edición de Tor o en otra edición. Porque es parte de la educación popular leer a Hamlet. A los que nos dicen populistas, podemos decirles que es popular leer a Shakespeare. Es una pedagogía de tremendas consecuencias en el espíritu de todos nosotros, con mucha resonancia, que es el eco de las cosas, la voz sin sujeto pronunciado. El libro de Liliana obliga a pensar en las reiteraciones. Este es un libro que no reitera nada de Hamlet en las palabras y en los sucesivos ecos que hay entre nosotros. Y si bien no veo nada malo en repetir, en poner las palabras que no pertenecen a un ámbito dado y las tomamos, de algún modo las usurpamos, esta reiteración es un juego que puede burlarse al tiempo que se coquetea con él. Es lo que hace Liliana. Vuelca a un lenguaje que dispone a Hamlet en una situación de analista socarrón, invocando los psicologemas que tomamos de un lado y del otro con el tema del padre que es uno de los tantos temas de Hamlet: “¿Quién es el padre de hijo alguno que hijo alguno deba amar como padre alguno y no ninguno?”
Parte de la pregunta: Quiénes son los padres. Podría no existir la relación. Esta frase es una suerte de retruécano, de trocadillo que es la exigencia máxima del lenguaje cuando no sabemos resolver una situación, que es el motivo de lo analizable evidentemente. Y para terminar, yo mismo me escucho decir si  entiendo bien este libro, yo lo digo y después me arrepiento. Cuando uno le dice a alguien: No sé si te entiendo bien. Es una presuposición, si uno la dice rápidamente es como abrir el paraguas, no me comprometo demasiado. A mí me la dicen a menudo y me molesta (risas), pero evidentemente hay algo en el lenguaje que obliga a ser generoso con el lenguaje no diciendo “no entiendo bien”. Puede aquí afirmarse que mi posible deficiencia es la deficiencia del otro, o se está diciendo que el lenguaje sigue, que más tarde entenderé. Yo leí Pretexto Mozart y lo presenté. También presentar obliga a leer. Todo programa de lectura es muy difícil, pues aquí tenemos a Hamlet traído por la fuerza del lenguaje, y no sabemos si alcanza con leer.  Está la obligación de leer para un día determinado, en lo posible sin llegar tarde (risas), la obligación de leer como un acto civil y respetuoso, o el acto de leer que me sugiere el libro de Liliana, leer siempre en estado de pretexto, sujetando ecos.

La actriz Cristina Banegas lee fragmentos de Hamlet & Hamlet.

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