Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

Presentaciones de Hamlet & Hamlet

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Libreria Ross
Rosario, sábado 2 de juliol 2011

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Hamlet & Hamlet
Reynaldo Sietecase

Hamlet & Hamlet parece el nombre de una empresa. Tal vez una compañía de transporte de cargas. Tal vez de eso se trata este libro extraño y vital. La carga es un muerto. Del transporte al siglo XXI de esta tragedia se encarga Liliana Heer. Una operación riesgosa como toda mudanza. La autora es una especialista en estas lides. Desde sus primeros libros, Heer, exige casi todo a sus lectores. No es fácil avanzar en las aventuras que propone, pide coraje y entrega. Pero los que se atreven a cruzar sus ríos narrativos, tienen segura recompensa.
Esta vez se decidió a convocar al joven que, a su vez, convoca a un fantasma. Su doble rol de escritora y psicoanalista facilita esta invocación. Un muerto que vuelve, la verdad de Shakespeare es una marca Argentina. Hamlet bien podría transitar los pasillos de la ESMA con un cráneo en las manos.
“Sombra de mi sombra, padre amado, han corrido varios siglos desde tu última aparición y recién hoy me atrevo a convocarte”, escribe.
El juego de espejos borgeano. El gran ciego anda otra vez por estas páginas dejando sus destellos. Imagino a Liliana ante este interrogante: Si Pierre Menard escribió El Quijote ¿Por qué yo no voy a poder escribir Hamlet? Y ganamos todos con su osadía.
Y algo más; en ese comienzo extraordinario con sonoridad en el Facundo de Sarmiento. La sombra tiene identidad, una idea instalada en todas las culturas primigenias. “A veces sigo a mi sombra otras me viene detrás/ pobrecita si me muero con quien va a andar”, canta la copla.

Hamlet es el hijo. Un Jesús errante y confundido. El eterno tercero en discordia.

Siempre entendí el libro de Shakespeare como una novela negra trunca en el final. Algo así como la venganza más lenta del mundo. Con la intención de seguir con mi irreverencia, esta relectura de Liliana Heer, lo convierte en un thriller psicológico apasionante.
No voy a revelar el nombre del asesino. Ese es un trabajo para el hijo del Rey y los comediantes contratados al efecto. Tengo una revelación más evidente: Hamlet es mujer. Casualmente, si es que las casualidades existen. Los poetas, siguiendo a Nicanor Parra, creemos que no. Que se trata de encuentros prefijados. Digo casualmente, en Buenos Aires al momento de publicarse este libro, se exhibe una versión con un Hamlet, al que le da carnadura la actriz Gabriela Toscano. Hamlet es mujer. Hamlet es Heer.

Pero ¿qué pasa cuando la autora convoca a las sombras? El interrogante suena a hechicería.

Padre e hijo aceptan el convite y revisan el drama. El lector puede volver a pasar esta historia extraordinaria por el corazón. La clave es el monólogo poético. Otra variante en la escritura de la autora, que se destaca en su obra narrativa por la decisión de infectar sus novelas con el dulce veneno de la poesía. La oreja es el mejor de los recipientes. En este caso de la palabra del príncipe de Dinamarca.


“Cortocircuito profético.
Nada de explicaciones,
desmesura,
fulgor inútil,
triangulación de matanzas.

Un final opuesto.
La muerte blanca y el nacimiento coagulado,
tu majestuoso corpse creciendo más y más,
las manos cruzadas sobre el pecho,
dos grandes velas a ambos lados del rostro,
dos grandes velas cercanas a los pies
hasta que un día un príncipe…

Muerto el Rey
Viva el Rey

        Lenguas de fuego, incienso, el cuantioso arsenal.
Un coto de caza dispuesto a perder el equilibrio.
Vocales, consonantes, violencia.
        Reconozco los cantos guerreros entonados de aperitivo,
como si la avalancha del odio jugara su partida por adelantado.”


Hamlet es un héroe negativo. Nada sale como debería y esa es otra de las claves de la perdurabilidad de esta tragedia. “Hubiera querido obedecer sin vacilación alguna, vengar el triple agravio: la pérdida de tu vida, tu corona, tu Reina”. El lector con prisa y sin compromiso quiere que el joven mate y se imponga. Que haga tronar el escarmiento. Que desenmascare a los villanos y se gane el amor. “Hamlet, Ham, debes ceder, dar la bienvenida a los conflictos”, escribe Heer. Pero no. Hamlet no puede. Hamlet está derrotado antes de empezar. Hamlet viene para otra cosa. Para explicar y explicarse, para revelar y revelarse. En eso radica el misterio y la belleza, tanto en el original como en esta alucinada re-escritura. Pero no evita el desencanto.


        “Fue al escuchar No, no me compadezcas, cuando
reconocí el orgullo del padre que había amado y mi
devoción se incrementó.

        Me pregunto, buen hombre, de qué manera
hubiera podido tener limpia mi razón si mataba al consuelo
de mi madre, al hombre que la hacía celebrar, vestir de gala,
sentirse joven, ser feliz, dar vuelta el rostro a la tragedia.
La hubiera dañado y dañarla habría ocasionado mi locura.
Eso pensé, y algo hice”.


La autora sabe que Hamlet es una historia continente. Una historia que remite a todas las historias. Las tres heridas que señaló Miguel Hernández: la del amor, la muerte, la de la vida. Todo lo que merece narrarse.
Texto dentro del texto. Comedia dentro de la tragedia. Libro dentro del libro. Poesía dentro de la prosa. Tanto Hamlet como su re-escritura son novelas sucias, contaminadas de todos los géneros. Lo mejor de la literatura se mueve en ese barro.

Hamlet es el hijo en su ruptura


Hamlet desobedece. Nos desencanta en sus titubeos y nos encanta en su lúcido rechazo al destino previsible. 


Hamlet somos todos. O mejor, somos todos Hamlet & Hamlet. Todos somos Hamlet & Heer. 

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Una noche un príncipe
Angélica Gorodischer

Alguien, en las redes del infortunio, solo en soledad oscura, habla y dice. ¿Lo oímos? ¿O es sólo una palabra tras otra palabra tras otra palabra, eso que viene desde hace cientos de miles de años y que se nos escurre de entre los dedos cuando tratamos de atraparlo? No, no lo oímos, y no lo oímos porque convertido en texto se ha vuelto peligroso. Veneno de quien quiere manejar el mundo a partir de un gesto, de la ausencia de un Deus ex machina, de la huérfana soledad de nueve reclamos palaciegos.
Si alguien quiere que se lo escuche, entonces, ¿qué ha de hacer? En primer lugar, ¿quiere que se lo escuche? Puede sospecharse que no, que lo que quiere, si es que el deseo no ha muerto en manos de la sombra evocada, remolino de cenizas a destiempo, la atroz duda del presente, es hablar–se, voz calina en el desierto, título de una tradición que no sólo no muere sino que sigue viviendo en aulas y en poetas, en un presente eterno, inevitable. Hamlet, príncipe de la sombra, clave de sí mismo encerrada en un cuerpo que recorre los siglos, caricatura atroz de Rodrigo Díaz de Vivar enancado en una realidad a la que ya no puede comprender, me habla a mí porque sabe que su voz me atraviesa y desde allá, desde los otros y los que ya no están evoca al padre que ha de morir a sus manos si el diálogo encuentra en el camino la posibilidad de perdurar aunque sea unos segundos de eternidad.
Tenue la frontera, dice la autora, tenue como la media luz del atardecer en el diálogo entre el príncipe y Ofelia. Sorpresa, colorida sorpresa a ojos del espectador: Hamlet tiene ciertos conocimientos inesperados, sabe de Shakespeare. ¿Shakespeare?, pero sí, ese señor que habló de un  rey loco, de un rey asesino, de un rey del verano, de un rey padre, ése, en todos los casos, que envuelve a su hijo en el sudario de la ausencia, pastos del diálogo entre la muchacha ahogada y el príncipe intrigado ante los interminables surcos de un actor que finge ser un príncipe que actúa para un público invisible, y sobre todo ante la presencia de un padre cuya visibilidad obliga a fuerza de palabras, a alzarse frente a su hijo. Tenue la frontera entre máquinas y personajes, entre los saberes y lo que se ignora, entre las versiones de un heredero que se repite en la historia una vez y otra vez y otra vez más, y el espanto ante la propia solidez de la carne que se subleva en escena como si dijera “Esperen, aun no lo he dado todo”.
Se levanta el telón que oculta los secretos cuando Hamlet se pregunta si es la duda o es la certeza lo que lo ha mantenido herido y despierto en medio del rugido del huracán que azota el castillo. Siente que sabe, sabe con seguridad que hay rasgos inefables e inmarcesibles en eso del oficio de ser rey. De pronto el tiempo cambia y ya no tienen sentido las mediciones ni el calendario ni los segundos que resuenan detrás de los intervalos entre las palabras. El silencio, la quimera, todo está presente en la escena innominada en la cual el teatro se apodera del espectador y el actor viene como si las paredes y el cortinaje y los terciopelos lo empujaran hacia nuestra presencia.
Todo Elsinor es un teatro, el lugar en el que se espera algo de nosotros, el lugar en el que se nos va a dar la oportunidad de inmiscuirnos en la vida ajena como quien viste un disfraz que no le conviene pero al que está obligado si quiere salir con bien de la aventura. Adverbios y miniaturas, todo está incluido en la puesta en escena de esa habla derramada ante nuestros ojos como una lectura. Tal vez Hamlet, el príncipe Hamlet, nos lee al actor Hamlet, discurre  y recorre tanta crítica, tanto siglo, tanto palco avant–scène sólo para vernos ya no como sombras sino como posibilidad de un eco que viene desde las medianoches cuando los actores se despojan del vestuario.
Es en ese momento cuando resuenan los pasos de otros actores que encarnan a personajes de la tragedia clásica. ¿Por qué no? ¿Acaso Hamlet no es nuestro contemporáneo?. ¿Qué nos impide ver a Pirro alzándose de Epiro, entrando a Troya vencida sobre las piedras manchadas con la sangre de los derrotados? Si hay dos Mediterráneos en Racine, hay cien castillos de Helsinger hundidos en la niebla de los mares helados en Shakespeare. Hécuba, en la “Épica Invertida”, llora en la boca del actor que espera el fuego.
“Soy el Príncipe Latente”, dice Hamlet y explora su nombre como quien explora la juntura de sus articulaciones, los pliegues de la carne en la parte interna del codo, de la rodilla. Pertenezco, dice, a la palabra. Y es que es la palabra lo que lo ha hecho nacer, lo que lo trae hasta nosotros, lo que lo expone. La palabra lo lleva al teatro, lo hace actuar de sí mismo, reclamar a su padre, extasiarse ante la asunción de la reina su madre, lanzarse contra las sombras y exigirnos que lo escuchemos. Lo oímos, es cierto, pero el esfuerzo de la escucha está fuera de nuestro alcance. Hace quinientos años que dialogamos con Hamlet y posiblemente pasarán otros quinientos años antes de que alguien decrete que hemos ajustado cuentas con el príncipe cautivo, antes de que el joven Hamlet devenido inquisidor y mendigo, sepa adónde han llegado su palabra sombría, su agravio, su ingenio.
Para entonces Ofelia, Horacio, Laertes, ya no tendrían secretos. Seríamos espectadores de otra obra teatral, de otra puesta en escena en la que la niña borda en realce y el amigo llama para ir a una fiesta y el hermano piensa en la dicha por venir, si es que la dicha existe. Mientras tanto, mientras el tiempo que obra silenciosamente sobre la burbuja que flota en un cielo oscuro siga su camino como el de las termitas y cambie la piedra y la tierra hasta tornarlas irreconocibles a la mirada de los dioses, mientras tanto Hamlet seguirá hablándonos desde ese caos poblado de visiones a las cuales termina por rendirse.
¿Es que acaso el Mar del Norte derrama su furia con voces propias, inadecuadas para el Mediterráneo? ¿Es que Andrómaca y Ofelia tienen algo en común  cuando de la escena se trata? Madre una y virgen la otra, se alzan detrás del héroe moribundo, detrás de las palabras que nos reclaman, y nos hablan desde un libro. Todo es posible: la coartada, la ensoñación, el azar vencido por fin a manos de las palabras. Que detrás de ellas estemos todas, que detrás del príncipe melancólico estén los poetas y los actores, los sicarios y los héroes, no es un deseo ni una leyenda. Es lo que nos propone Hamlet: estoy aquí, dice, que mi padre haga acto de presencia, estoy aquí y hablo, oigan mi voz, escuchen mi historia mientras allá lejos el mar canta.

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Hamlet & Hamlet de Liliana Heer, el eco de la flauta desde la Gesta Danorum. ¿Qué esperábamos, entonces, como barca?
Alejandro Pidello

Breve introducción teatral      

                The castle at Elsinore - el castillo de Elsinore. Enter a player King and a player Queen, the player Queen embracing him and he her. The trumpets sound
               Zamba de mi esperanza. Ophelia looked to the moon - miraba a la luna

Hamlet Arnold Schwarzenegger: To be or not to be. Not to be(1).
Halej: Uno dice que por débil o inseguro se hizo o me hice el loco, con mis o nuestras acciones reales o irreales, al hombro. ¿No entienden lo que es la crisis de uno cuando cada loco canta la justa y cierra todas las puertas locas, sus puertas locas, y las puertas locas de los otros? ¿Una interrogación o una pregunta?
Lilileth: El lenguaje reserva tempestades, aloja dolores, amenazas, desprecios. Es una ciénaga(2). Por otra  parte, creo que lo que limita, es que no se entendió lo que pasó al final del modernismo ni menos después con el postmodernismo de las acciones literarias y de las otras, sean reales o irreales. Ni el origen y el techo de la magia y el misterio en relación con las puertas locas o relocas. Manga de Polonios! That is the question!


En relación con el ser y el re ser


            Podemos decir que si persisten los intentos de ambición ensayística, resulta evidente que Hamlet puede aparecer en cualquier época. Con su padre y la mar en coche, o sea, como diría el otro, todas las veces que aparezca una idea, o sea una cosa que no es otra cosa (3) .Se puede hablar de lo que significa psicológicamente, de la estructura del producto original, de la actualidad o de su potencialidad para la metamorfosis. Esto, en última instancia, estaba previsto en lo que dijo alguna vez  Nicolás Casullo (4) que dijo Robespierre: “el mundo ha cambiado, pero todavía debe cambiar más”, frase que fue actualizada en algún año cerca de 1970 cuando Los Iracundos de Paysandú sostenían que ya estaba cambiando, y que cambiaría más. La verdad es que Shakespeare insinuaba fuerte este asunto y la cantaba clara desde textos gigantescos, cuando escribía, por ejemplo, en el Acto I de Hamlet (traducción de Astrana Marin (5) de por medio):

lluvia de carne y maleficio en el sol…

y estos mismos pronósticos de espantables sucesos, a modo de nuncios que preceden siempre a los hados…

son los que cielo y tierra juntos, se han manifestado a nuestros climas y compatriotas.


Es evidente que Shakespeare tampoco hacía el más mínimo esfuerzo para limitar el alcance textual de semejantes fenómenos y pronósticos. Tampoco se limitaba al buscar la construcción de una estructura textual que desafiara las construcciones futuras, a las cuales probablemente daba por un hecho. Por supuesto que está también el eterno Laurence Olivier, que muestra hasta donde la potencia del espectáculo de la oralidad con los cinco o cuatro acentos del ritmo y métrica de los ingleses, usados magistralmente en los versos que se le ocurrieron a Shakespeare, junto con las palabras que eligió  para crearlos, hacen que Hamlet brille, brille, brille, probable y simplemente because his lines sound so good (6).
            En función de la cantidad y naturaleza de las creaciones que originó, la moraleja general podría ser que Hamlet fue siempre reedificado con los mismos y con un sinnúmero adicional de ladrillos. Hasta jugando con las pistolas automáticas de Arnold Schwarzenegger en la versión cinematográfica-teatral de 1993, por ejemplo. Y lo que resulta, ¿sería una especie de reiterado Hamlet de Menard? Sí y no. Reedificado no es reescrito. Porque hay Hamlets reescritos (y reinterpretados) y los hay engendrados. De las tres leyes que gobiernan el reconstruir en la obra de Menard, descriptas por el reveindicador de Menard en el relato de Borges (7), retengo la que el reveindicador denomina congénita, o sea como nacido con uno, que como las otras dos (que no retengo porque no vienen al caso en esta ocasión), también conforma una traba y es, ni más ni menos, la misma existencia del personaje Hamlet o Amleth o Ur-Hamlet. Y ahí, entonces, sigo con los argumentos del defensor de Menard: la verdad histórica no es lo que sucedió, es lo que juzgamos que sucedió.
            Lo que hace Liliana Heer entre otras cosas, es probablemente tomar este argumento. En este libro hay nueve monólogos, en los cuales Hamlet habla de nuevo con su padre. Y ahí el padre se debe enterar de una serie de cosas, entre otras, que tuvo una gran capacidad para generar ideas en el hijo (y como diría Gilles Deleuze, generar ideas es la característica del hacer filosófico) o en una amiga del hijo, que no era Ophelia, que le puede haber pasado letra, conciente del poder mediático de Hamlet. Dicho de otra manera, Hamlet sobreviviría tres o cinco siglos, seguiría construyendo la imagen borrosa de Shakespeare junto con Macbeth y Lear (8) , tendría nuevas amigas, inteligentes y poéticas, mientras Ophelia se la pasaría sumergiéndose en distintos lugares acuosos, incluida la bañadera de la película del finlandés Aki Kauris Maki denominada Hamlet goes Business (1987).  


La lectura palimpsesta para el re ser poético de Hamlet


            No me corresponde ni entra en mis competencias discutir afirmaciones como la de Harold Bloom (9) sobre si Shakespeare inventó el alma humana. Prefiero realizar algunos ejercicios detectivescos elementales, como el de explorar los juegos de construcción que hace Liliana Heer con pedazos textuales del texto de Hamlet de Shakespeare. Primero, porque yo creo que ella usa principalmente el juego como principio estructurador de su texto. Además, la lógica de tal análisis podría ser el tratar de determinar si existe una correspondencia entre el carácter poético y lo que enuncian los trozos jerarquizados y a partir de la existencia de una eventual relación potencial vinculante, tratar de informar si la autora tiene algún interés subliminal de hacer hablar a Shakespeare sobre el alma o psiquis de Hamlet o de la suya, por ejemplo. ¿La boca de Hamlet? suena: Les enseñe a pronunciar, pedí que modularan amplitud y frecuencia, quería palabras pulidas, recortadas, lo que se llama instinto de discreción. Mesura, no letreros. Fuera de lo hipotético: Hamlet y el ensayo de los comediantes, la pasión por el arte de las tablas, las manos como astros, que podían haber sido las manos como patios (10) en una fantástica colaboración con Piazzolla y Ferrer, por aquello del Shakespeare lunfardo en el Gordo triste.
            La primera observación es que los textos originales insertados en su texto no siguen el orden de aparición que presentan en la obra de Shakespeare. Esto podría aparecer: (i) como producto del azar; o (ii) como producto de una acción deliberada que forma parte de las herramientas que Liliana Heer eligió para estructurar. Yo me inclino por la última, o sea, la secuencia sería el producto de un deliberado deseo de estructurar a través de la deconstrucción. Tomo algunas de las páginas de Hamlet & Hamlet, donde detecté que se utilizaron (ergo se jerarquizaron) citas textuales: pag. 71 (escena 2.2. línea 440) (11): se habla de Pirro; pag. 73 (escena 3.2.línea 230): es una referencia a La Ratonera; pag. 95 (escena 1.5. línea 80): el padre le da consejos a Hamlet; pag. 100 (escena 1.3. línea 45): Ophelia habla sobre lo que le dijo su hermano; pag. 108 (escena 1.2. línea 69): la madre le habla a Hamlet; pag.109 (escena 3.4. línea 102): Hamlet le habla a la sombra; pag.110 (escena 3.4. línea 109): el padre le habla a Hamlet.

            La segunda observación es que las citas textuales se refieren a distintos personajes o aspectos de ellos que rondan en ese bendito castillo de Elsinore. Lo de bendito es irónico porque va por dichoso (cosa improbable entre tantos asesinatos y huesos); y, además, porque pienso que el hecho de adjetivar el castillo me permite zafar la adjetivación de los monólogos, por lo menos por ahora. La otra cosa es que la referencia al castillo, la referencia antes que nada a una característica del castillo, lo pone a éste, en mi discurso, arriba del psiquismo almístico de Hamlet. El castillo es un lugar, que si se quiere, contiene lo que se quiera, sean psiquismos, o almas, tanto de Hamlet como de todos los otros (la humana de Bloon). Es como el prolegómeno de una película entre documental y testimonial. Es una ambientación del alma, o de las almas. Sobre las siete citas presentadas más arriba, Hamlet habla de él mismo, solo en un caso. Lo que me parece claro es que si Liliana Heer quiere aclarar sobre el alma de la humanidad a través del alma de Hamlet, insertándose en la hipótesis de Bloom, el mecanismo que emplea no sería a través de los textos originales.

            Entonces, en relación a la primera observación, la pregunta sería: juego de deconstrucción ¿para qué? Podría ser para armar una presentación clara, o en todo caso en el cual aparezca claramente, como adelanté antes, un padre generador de ideas en el hijo, al fin, una especie de padre terapéutico: el placer del padre sombra cuando el hijo se pregunta Cuándo el ingenio no es hereje;o afirma: yo cambiaba de sentir a consecuencia del lenguaje. Está bueno, el hijo cada vez está más filosófico. Pero lo bueno adicional, para mí, es el soporte lenguaje escrito del asunto. En el texto de Liliana Heer eso de que el lenguaje nos capacita para abstraer, conceptualizar y comunicar está al máximo. Por otro lado, los trozos originales pegados sobre el texto o el texto pegado sobre los trozos, son bellos, y de paso, le dan pie al padre terapéutico, para realizar un incansable seguimiento de los progresos de su hijo que durante trescientos o quinientos años rumió acontecimientos y enunciados y sigue legando a la humanidad poéticos monólogos:

Cuanto más alto el fuego,

más lento se hamaca.

Cuanto más color huye del túmulo,

más azules los labios,

la garganta, el paladar.

            Además, sirven para presentar al rey sombra como muy capaz de reaccionar, fundamentalmente escuchando, pero también interponiendo nuevas situaciones generadoras de ideas en el hijo, cosa que vino haciendo también durante los últimos trescientos o quinientos años, solo o con la ayuda de otros, y en casi todos los casos, a mi modesto entender, también cuidando los aspectos de belleza literaria en los enunciados. 

             Hasta la muerte del padre había preguntas fuera de cuestión o casi, probablemente no habían pasado de interrogaciones. Pero después, desde el presente, no. Hay una tendencia a repasar la historia común como nunca la habían hecho, una tendencia al balance, se habla sabiendo la naturaleza del problema: ¿Esperabas las representaciones?, por ejemplo, he puesto en un cedazo los argumentos: se parecen, difieren, teorizan, repiten las mismas citas, defienden contradicciones, plagian. Hay claridad, otro ejemplo: Hice el nudo en orden inverso y terminé desatándolo. Hay claridad porque es una reacción a las preguntas creadas.

            Es posible que esta sea nuestra última cita, dice Hamlet. Aparte de las razones que enumera, para mí hay otra: se han explicitado las reglas de un juego poético en los límites del lenguaje, entre dos personajes desaparecidos, por consiguiente no hacen falta otros encuentros. El juego puede seguir solo. Padre e hijo motivaron otra clase de teoría, no menos tendenciosa, menos resonante.

            En síntesis, Liliana Heer, con o sin la excusa de profundizar el alma, re escribe un texto literario que tiene méritos poco comunes, entre ellos retengo dos: (i) brilla poéticamente como la hamlinita (no se si viene de Hamlet, en todo caso es un fosfato de aluminio y estroncio que brilla mucho); y (ii) crea complicidades con el lector, crea como redes de resistencia a la dominación de la estupidez, como probablemente diría Gilles Deleuze (12). Y como dice Liliana Heer en la página 88, ese arte implica tender una línea invisible, abolir el peligro.

 

(1). En un corto clip del film The Last Action Hero Arnold Schwarzenegger interpreta a Hamlet.
(2). Heer L. Hamlet & Hamlet. Paradiso: Buenos Aires. 2011. 28.
(3). Deleuze G. Qu´est-ce que l´acte de création. Trafic, 27, 1998.

(4). Casullo N. Modernidad, biografía del ensueño y la crisis. Ediciones El Cielo por Asalto: Buenos Aires.1993. 9 – 63.
(5). Shakespeare, W. Obras completas. Estudio preliminar y traducción por L. Astrana Marin. Aguilar, 1967. 1335.
(6). Roberts, P.D. How poetry works: the elements of English poetry. Penguin Books, London, Englang. 1986.

(7). Borges J.L. Pierre Menard, autor del Quijote. En: Ficciones. Emecé: Buenos Aires. 2006.
(8). Harris F. El hombre Shakespeare (Trad. de la edición original inglesa The man Shakespeare and his tragic life story, 1909), Vitae Ediciones: Buenos Aires. 2004.
(9). Bloom H. Shakespeare, la invención de lo humano. Anagrama: Barcelona, 2002.

(10). Piazzolla A.,Ferrer H. El gordo triste (Tango) Canta Amelita Baltar. BMG Argentina,1976.
(11). Las citas enumeradas corresponden a la edición de Hamlet editada por Cedric Watts en Wordsworth Classics, Wordsworth Editions Limited: Hertfordshire, 2002.

(12). Deleuze G. En : L´abécédaire de Gilles Deleuze. vidéo, avec Claire Parnet, réalisation Pierre-André Boutang, Editions Montparnasse. 2004.

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