Contratapa ©2003 |
Neón Apostillas
Pedalear Liliana Heer
Lo sabido: Quería escribir una novela con muy pocos personajes, dos hombres y una mujer. “Hacer de tres, no un cuarto sonido, sino un astro”, dijo el abate Vogler. El había una vez, sueño de verosimilitud semántica, quedó neutralizado de un codazo, encerrado entre paréntesis bajo la modulación: “Dejémoslo así”. De esa manera, con algunos renglones y la estrategia del doblaje supe que había empezado a escribir otra novela. Rota la convención, el mejor escenario de libertad fue una cárcel. La cárcel estaba contenida en una idea, leit motiv de idéntica gravitación a la frase del abate. “Ella cose el himen de la novia de los presos”. Ahora es el epígrafe de Neón, se impuso como se imponen los apellidos, los vicios, las visiones. Los personajes no tienen nombre ni apellido, se conocen por lo que son, por lo que hacen o dicen. La Niña vive en el complejo penitenciario y con los años se convierte en Celadora. Todo era normal para la niña. Ni antipatía ni malicia. Volvamos a la apertura: “Él es Viajante. Ella Costurera, pero podría haber sido al revés, que ella viajara mientras él cosía. (Dejémoslo así).” Las referencias a lo pictórico son copiosas, se plantea una pugna entre escribir y pintar equivalente a la establecida entre el poder y la virilidad de los hombres. El Prisionero/ Viajante narra, dibuja. El Alcaide/Tutor esculpe, aprieta pomos, cubre la superficie de la pantalla con su presencia. La Niña/ Celadora/ Costurera mira los ventanucos de la prisión, escucha al joven improvisar, al viejo maldecir pero privilegia un programa de música radial: “Tiene la visión de un clásico…el tímpano frágil, atento a la resonancia”. La lucha del vale todo descentra al débil y al fuerte. En marcha las estrategias de la víctima, se trata de pisar el cepo sin miedo. Ante el acoso, la Niña finge jugar, nombra un animalito y en la ceremonia del diminutivo des-potencia al abusador: “Dónde estará, dónde estará la lombriz”. Más allá del tópico carcelario, Neón es una pieza entusiasta, la ascensión está dada por el crescendo del ternario y el humor a la carta, a la letra. Leónidas Lamborghini, en el texto de contratapa se refiere a “el filo irónico que bucea en el horror buscando en éste su escondida mueca cómica”. La tortura ejercida en el lenguaje. Escasas palabras, blancos netos, vigilancia, control, sustracción y al mismo tiempo desmesura. Desliz de un género a otro mediante recursos analógicos, instantes epifánicos y dichos bestiales: “el semen es un arma blanca”, “un cuerpo extraño puede ser verga o bastón”. El relato deviene poema, deviene guión cinematográfico, pieza teatral, decálogo, deviene ensayo y texto crítico para volver sobre la trama y repetir la historia desde otro ángulo. Así, el territorio de la justicia es tensado mediante la presentación del más antiguo de los códigos: “El largo otoño del malestar en ciernes/ Sobre las piedras de la acrópolis de Susa/ Hammurabi esculpe el orden de los cuerpos/ Lo primero hace historia/ (legalidad a la intemperie)/ éxtasis represivo.” Felix Culpa, estética religiosa en el dispositivo carcelario. Hay un motín el Quince de Agosto, día del nacimiento de la virgen y ceremonial japonés llamado La luna de antes. En Anacleta del reloj, Lezama Lima hace concurrir el Quince de Agosto al tesorero especialista en el verso de treinta y una sílabas y al aquejado incurable en los placeres de la conversación. En Neón, el prisionero lenguaraz, ese día privilegia el actuar, salva a la celadora de un incendio. La salud salvaje de Claudel, su deuda perpetua hacia el Señor es conjurada por fuga de Mandamientos. ¿El título? Responde a un festejo con Severo Sarduy y Emeterio Cerro en Paris. Recuerdo haber dicho que algún día iba a escribir una novela partiendo de un verso de Cobra: “Fruta y neón. / Pedalear”.
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