Liliana Heer

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Prólogo
Giacomo Joyce
Versión anotada
Cronología de Joyce
Presentación
Reseñas

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©2003
Liliana Heer

28.

In the raw veiled spring morning faint odours float of morning Paris: aniseed, damp sawdust, hot dough of bread: and as I cross the Pont Saint Michel the steelblue waking waters chill my heart. They creep and lap about the island whereon men have lived since the stone age…………Tawny gloom in the vast gargoyled church. It is cold as on that morning: quia frigus erat. Upon the steps of the far high altar, naked as the body of the Lord, the ministers lie prostrate in weak prayer. The voice of an unseen reader rises, into­ning the lesson from Hosea, Haec dicit Dominus: in tri‑bula­tione sua mane consurgent ad me. Venite et revertamur ad Dominum ….......... She stands beside me, pale and chill, clothed with the shadows of the sindark nave, her thin elbow at my arm. Her flesh recalls the thrill of that raw mist‑veiled morning, hurrying torches, cruel eyes. Her soul is so­rrowful, trembles and would weep. Weep not for me, O daughter of Jerusalem!

En la cruda velada mañana de primavera flotan tenues aromas de mañana parisina: grano de anís, aserrín húmedo, masa caliente de pan: y mientras cruzo el Pont Saint Michel las despiertas aguas azulacero estremecen mi corazón. Se deslizan y lamen la isla donde los hombres han vivido desde la edad de piedra..........Lustrosa tenebrosidad en la vasta iglesia de gárgolas. Hace frío como en aquella mañana: quia frigus erat. Sobre los peldaños del gran altar, desnudos como el cuerpo del señor, los clérigos yacen postrados en débil rezo. La voz de un lector invisible se eleva, entonando la lección de oseas, Haec dicit dominus: in tribulatione sua mane consurgent ad me. Venite et revertamur ad Dominum ..........Ella está de pie junto a mí, fría y pálida, vestida con las sombras de la oscura nave del pecado, su fino codo en mi brazo. Su carne recuerda el estremecimiento de aquella cruda mañana velada de niebla, antorchas ligeras, ojos crueles. Su alma está apenada, tiembla y lloraría. ¡No llores por mí, Oh hija de Jerusalén!

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